LA BENDICIÓN DEL SILENCIO: PRÓLOGO
Innumerables son las cuestiones que el ser humano puede llegar a plantearse durante su existencia, mas difusas y exiguas son las respuestas que hallan. Cavilan, discurren, meditan día y noche sin descanso en un esfuerzo por comprender cuál es el cometido de su ser. Alentados por la soberbia que sus logros superfluos les infunden intentan usurpar el trono de los dioses, ignorando por absoluto que son incapaces de aspirar a vislumbrar siquiera un atisbo de lo que ellos llaman conocimiento. Inmersos en sus cábalas creen que llegarán, tarde o temprano, a ser bendecidos con el don supremo del saber mediante falsas promesas de doctrinas vanas y religiones intrascendentes a las que no pocos se entregan casi dogmáticamente. Y en verdad resulta irónico que sus sagradas creencias no constituyan más que un herético culto promovido por el desconocimiento y el miedo.
De entre tantos e incontables dilemas no hay ninguno que inspire tanto desconcierto, respeto, culto, pavor como la transición entre el ser y no ser. Este fantasma ubicuo acecha en la mente de todo humano, atormentando su existencia, alimentándose de su espíritu; porque son conscientes de que algún día no despertarán y quedarán a la merced del olvido eterno, y son sabedores de que la muerte que sobrevuela parsimoniosamente sobre sus cabezas terminará por caer sobre ellos con todo su peso de manera implacable. No lo soportan, comprenden que expiran a la vez que son engendrados; eso que llaman "vida" no es más que un juego grotesco, ideado quizás por un ente superior como diversión particular, un breve paréntesis dentro de la monótona infinitud de la no existencia. Y saben de la finitud de sus vidas, se sienten vulnerables, y luchan, mediante la cotidianidad de sus vidas personales, por acallar esa voz ahogada que les recuerda lo efímeros que son; Éste es el precio de su osadía, ¡Justa condena sentenció el Divino Veredicto! Una amenaza latente les vigila en silencio desde lo alto, oscureciendo un resquicio de sus corazones con una larga y fina sombra delatora que les recuerda su destino final mientras los segundos de sus relojes se tornan minutos, y éstos horas, y días, y meses... ¡Quién imaginaría que semejante espada de Damocles pudiera llegar a ser eclipsada hasta el punto de anhelar el propio fin! Y es que el ser humano es un ser débil, que se doblega ante la más liviana de las adversidades ¡Pobres criaturas cegadas por su ignorancia! ¡Ni siquiera se aferran a esa ridícula "esperanza" tan suya! Quizá hagan bien, porque aunque se nieguen a renunciar a su minúsculo recoveco en este mundo de profanos, entenderán que al igual que ellos, aquello que ven, escuchan y sienten volverá a ser cero absoluto, acabará siendo devorado por los demonios del fin de los tiempos y todo quedará inmerso en la nada de manera inexorable y definitiva.
Porque el universo está irremediablemente ligado al paso del tiempo que equivocadamente creen ilimitado.
- Manuscrito hallado en el ataúd de un individuo sin nombre en un lugar desconocido -
NETR.
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